Propiedad intelectual. ¿Derecho o privilegio?

viernes, 29 de abril de 2011 Etiquetas:

Internet mola. Mola porque de alguna forma muestra el lado tradicional y conservador de mucha gente que o bien se creían progresistas o bien adoptaban tal imagen para venderse mejor. Es el caso de la propiedad intelectual y las denominadas descargar ilegales, acto protagonizado por los piratas que deambulan por la red.

Haciendo un poco de historia, la propiedad intelectual surge con el fin de proteger al creador del editor, profesión que nace con la imprenta y que se encarga fundamentalmente de comprar obras para copiarlas y venderlas. ¿Abuso? Sí, siempre y cuando el autor le vendiera la obra. A raíz de todo esto, los estados empiezan a implantar una serie de leyes con el objetivo de regular los derechos morales y patrimoniales de los creadores, que es lo que se conoce como derechos de autor.

¿Derecho o privilegio? Fue la pregunta que se hicieron los franceses después de la revolución francesa, aparece así una época de controversia:

El más sagrado, la más personal de todas las propiedades es el trabajo fruto del pensamiento de un escritor (...) en consecuencia, es extremadamente justo que los hombres que cultivan el campo del pensamiento disfruten los frutos de su trabajo; es esencial que durante su vida y por algunos años después de su muerte, nadie pueda disponer del producto de su genio sin su consentimiento.                                                                                                           Jean Le Chapelier
Por contraposición,

Los privilegios tienen en esta materia, como en toda otra, los inconvenientes de disminuir la actividad, de concentrarla en un reducido número de manos, de cargarla de un impuesto considerable, de provocar que las manufacturas del país resulten inferiores a las manufacturas extranjeras. No son, pues, necesarios ni útiles y hemos visto que eran injustos. [...] No puede haber ninguna relación entre la propiedad de una obra y la de un campo que puede ser cultivado por un hombre, o de un mueble que sólo puede servir a un hombre, cuya propiedad exclusiva, se consecuencia, se encuentra fundada en la naturaleza de la cosa... la propiedad literaria no es un derecho es un privilegio y como todos los privilegios, es un obstáculo impuesto a la libertad, una restricción evidente a los derechos de los demás ciudadanos...”                                                                                                                                                                                                                    Condorcet

Si hiciéramos caso a Condorcet y tomamos la propiedad intelectual como un privilegio y no como un derecho. Cabe pues, replantearse cómo afectaría este cambio al mercado de la compraventa de arte, un mercado globalizado y monopolizado por las grandes empresas. Cabe también cavilar sobre la supervivencia de todos aquellos artistas (y no tan artistas) que no conocen más profesión que la de crear arte.

Siendo el capitalismo la cultura de los intereses, beneficios y demás necedades se me hace incompatible llevar el pensamiento de Condorcet a la sociedad actual. Por lo que la batalla continua. La batalla de una sociedad seducida por el “todo libre” que ofrece Internet, la batalla de los creadores que ven que pueden multiplicar sus beneficios.

¿Es la solución prohibir a la sociedad el “todo libre” que venden todas las empresas de telecomunicaciones? A pesar de que es cierto que muchos artistas podrían ganar mucho más dinero del que ganan, también es verdad que muchos de estos artistas han conseguido ganarlo gracias a una herramienta que no solo promueve el “todo gratis” sino el “todos conectados”.

No me parece justo que cada cual tire para su lado. Empezando por la sociedad que debe comprender que en el mundo nada es gratis y debe concienciarse de que, a pesar de que descargarse cosas esta bien, debe solidarizarse con la situación del artista. En cambio, el artista debe comportarse como tal y comprender la precaria situación económica en la que se encuentra la sociedad y sobretodo no perder su condición de ilustre, de ejemplo a seguir. Pues dejarse llevar por la perversión del sistema capitalista es la muerte de todo lo que representa el arte y la libertad.

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